Un hombre de verdad
Le enfermaba saber que los niños y jóvenes de esa generación eran unos pendejos. Los hombres de su época aprendieron a hacerse hombres con el trabajo duro y crudo. Sin quejarse y agradeciendo la oportunidad de demostrar cuán fuertes, valerosos y excelentes proveedores podían ser.
Le ofendía percatarse que las mujeres quisieran enarbolar banderas de feminismo. Esos no eran más que pretextos para no cumplir con su papel establecido por un orden divino y las buenas costumbres. Las mujeres han nacido para ser madres y esposas, cuya abnegación las hace recordadas. Cuyos silencios eran obligatorios. Las mujeres no nacieron para contradecir, sino para ser y hacer lo que el hombre pida como cabeza del hogar. Porque incluso en las sagradas escrituras aparece ya. Porque para mujeres que quieran ser sexualmente activas estaban las callejeras. Ningún hombre que se respete escogerá a una cualquiera para ser visto en público. Eso se hace a escondidas y de forma muy discreta. Había que aceptar que el prestigio de un hombre también dependía de cuántas llevaba a la cama. Aunque esa era conversación con los amigos y en medio de tragos y corridos mexicanos. Solo se escogen a las buenas mujeres para esposas. Esas que fueron criadas desde su juventud para el sufrimiento, como dijo Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada.
Era deprimente ver como en las noticias todos esos maricas salían a las calles a hacer escándalo con sus pelos de colores, enseñando lo que nadie muestra y desafiando el orden natural de las cosas. Porque era condenable ver a dos hombres besarse. Qué dos mujeres lo hagan en una película porno pasa, pero ver a dos hombres hacerlo en público era asqueroso y debían ser condenados, expulsados y castigados. ¡Qué asco!
No concebía como era posible que se instalaran clínicas que promovieran el aborto. Si las mujeres quedaban embarazadas era por su culpa. Porque al final de cuentas, si no sabían cerrar las piernas o comprar anticonceptivos era su problema. Y al final la fama de ligeras y corrientes las precedía. Porque tampoco se podía utilizar el pretexto de haber sido violadas. Eso se lo ganaron por salir a provocar a los hombres. Una mujer que se respeta nunca se exhibe. Ni se le escoge para algo formal.
Abría el periódico y no daba crédito a lo que leía. Hombres mantenidos y cuidando niños. Eso no era oficio de un hombre. Los machos al trabajo y las mujeres a la cocina y con los hijos.
Le parecía ridículo que se luchara por derechos animales. Si un animal fue puesto en el mundo fue para ser comido. Igual que esas luchas absurdas por los negros o los chinos o incluso los indios. Esa gente solo fue puesta para la servidumbre, para el trabajo, para personas estaba él y aquellos como él. Abrió una cerveza más y dio algunos tragos. Apagó el último cigarrillo de la cajetilla y se dispuso a abrir una nueva. ¡Qué van a saber los médicos de nada! Un hombre que se respeta no hace dietas veganas. Los hombres de verdad se hicieron con carne asada, alcohol y comiendo y haciendo lo que se les dé la gana, que para algo se fajaban trabajando.
El mundo en el que vivía le parecía un verdadero absurdo. No como aquellos maravillosos tiempos que ya se fueron, que no regresarán jamás… Esos mismos tiempos en los que aprendió a ser un hombre de verdad. Recordó su primer amor y como era una relación prohibida y que debía callarse porque nadie debía enterarse. Recordó como la abuela lo castigó duramente por hablar con el hijo de la empleada. Como el padre lo llevó al prostíbulo al cumplir once años y lo aterrador del primer encuentro. Como aprendió a beber alcohol con sus tíos y como no pudo dejarlo nunca. Recordó a todas las mujeres que complacieron sus deseos, incluso cuando estas no quisieron. Los golpes y las múltiples costillas rotas en las peleas con sus compañeros, porque los hombres se hacen a palos. Los silencios y la rabia que se tuvo que contener porque un hombre nunca dice lo que siente. Recordó ese matrimonio arreglado por su madre para callar los rumores. Recordó a esa esposa y a él mismo y como se detestaron desde ese momento hasta el último día de su vida. Pero nadie pudo hablar mal de ninguno de ellos ni de sus hijos. Porque los crio como fue criado, porque cumplió con su deber como hombre y padre. Como buen ciudadano. Como el buen hombre.
Recordó los años de infancia y los múltiples golpes que le hicieron el hombre que era. Recordó la mano de su padre azotando con su cinturón. De la misma manera que el abuelo lo hizo con su padre y el padre de este con el hijo. Recordó el dolor. Pero del dolor salen los hombres valientes. O eso se recordaba siempre.
Salió de sus cavilaciones y se dio cuenta como la lata de cerveza se arrugaba deshecha entre su mano apretada y como las púas del aluminio lastimaban sus dedos. Algunas gotas de sangre manaban, algunas lágrimas corrían. Todos los recuerdos se quedaban.
- Solo los maricas lloran. Se dijo a sí mismo mientras cerraba el periódico y escuchaba el sonido del televisor hablando sobre esos que llaman millennials y generaciones Y y Z.
Vio al su alrededor y se percató de las fotos familiares de personas que le habían abandonado. Vio la foto de su boda con la mujer que le había odiado desde el día de su boda. Vio la del padre al que había temido toda su vida.
Sin embargo, se sentía orgulloso y no se arrepintió de nada.
Todo en medio de su bien ganada soledad.
Comentarios
Publicar un comentario